Parte 3
El hombre se acerca y me da la mano para ayudarme a levantarme. Luego me da una lata de Coca Cola y se sienta en la silla delante de la computadora. No digo nada. Luego empieza a maldecir y a teclear bruscamente. Se da por vencido y maldice más (le queda bien maldecir, debo decir). Se voltea y me pregunta cómo me llamo. Casi no puedo hablar, y me sale un Alice casi sin aliento. Me pregunta que hago aquí, que porqué estoy en encerrada en un baño en medio de la nada.
Le cuento rápidamente cómo las cosas se habían salido de control. No entro en detalles, no se que es lo que él sabe de todo este pinche desmadre. Luego me pregunta por mi herida. Le miento y digo que me la hice al caer de la camioneta. Me mira. No se interpretar su mirada. Este hombre me intimida, me intimida mucho. Luego me dice que se llama Joe.
Y ya, el pinche vato nomás me dice eso. Y como me da miedito, mejor ni le pregunto más cosas. Chingado. Tengo miedo. Joe sale de la oficina. No se si irme, quedarme, hablar con él o bailar la Macarena. Igual ya es hora de que me vaya. Pero ¿a dónde? Tatis no me ha dicho que pedo. Estoy ansiosa. Me pongo a llorar a moco tendido. Me acurruco en una esquina del despacho y hago algo que no hacía en mucho tiempo. Rezar. Nomás me acuerdo un pedazo del Ave María. Joe vuelve a la oficina y se me queda viendo. El señor enorme esta bloqueando la puerta y no hay forma de que pueda derribar a ese pinche mastodonte. Y ya como todo me empezó a valer doblemente madres le pregunto:
-Are you gonna kill me? Beat the shit out of me?
Me estoy cagando de miedo mientras le pregunto esto. Luego pienso lo pendeja que soy. Ahora si ya me chingué. Para mi sorpresa el pinche vato se empieza a reír como loco al grado que casi se cae al suelo y se le salen las lágrimas. ¡Pinche wey mamón! Yo estoy con el culo en la mano y él se ríe. ¡Pinche morro, ne mames!
Cuando se recupera del ataque de risa, se seca las lágrimas y me dice:
–No gurl. I’m not gonna kill you or beat the shit out of you. I ain’t a fucking animal. Ya gurl, ya got quite a vivid imagination! You’re funny!
Me contesta mientras se seguía secando las lágrimas. Me sorprende su respuesta, igual veo muchos programas de crimen y ya estoy bien paranoica, who knows. Joe se pone de pie, dice que soy chistosa de nuevo y que me lleva a dónde quiera, si es que quiero salir de la gasolinera. Suspiro, no se que hacer. Se me hace sospechoso que así de la nada me brinde su ayuda. Se que quiero buscar a mis amigas y volver a México. Como no digo nada él comienza a hablar. Joe dice que las fronteras con Canadá y México están cerradas. Que todo este desmadre esta pasando en Texas (por el momento, que se sepa) y que hasta que se controle, el estado estaba en cuarentena. Estamos atrapados. Estamos bien pinche jodidos. Joe chifla y luego grita:
-Hey Max! ¿Max?
¿Otro wey? Pasan unos segundos y un perro entra corriendo por la puerta. Es grande y negro , parece una mezcla rara de razas (eso supongo) y tiene unos ojos enormes color miel. Max se acerca y me huele la mano. La estiro más para acariciarlo y me lame los dedos. Me encantan los perros.
-This little fucker likes you. He’s a good boy. He saved my life.
Joe me cuenta su historia. Dice que estaba de camping con amigos y que los pinches locos llegaron (supongo que por locos se refiere a los zombies, que tampoco se si debería llamarlos así, pero bueno). El perro apareció de la nada y lo salvó. Todos sus amigos se chingaron. Agarró todo lo que y se subió al Jeep. Ha estado conduciendo y buscando refugio todo este tiempo. Honestamente no se cuanto tiempo ha pasado. Al oir a Joe me da la impresión de que llevamos meses así. Mientras estaba absorata en mis pensamientos Joe me dice que hay un campamento militar cerca de Dallas. Vuelve a proponerme ir hasta allí. Yo no sé qué contestar. Joe nota que dudo y vuelve a preguntar que hacía aquí, cómo había llegado a la gasolinera. Sin pensarlo comienzo a contarle mi historia. Recuerdo todo de nuevo. No me gusta recordar. Recordar me hace llorar.
*
Cuando llegamos a la aduana para buscar a Marcela había muchas patrullas alrededor. Muchas más de las normales. Segundos después escuchamos disparos. Francia se estacionó en una casa de empeño que estaba en la esquina. Intentamos llamar a Marcela por teléfono. No contestó. Pasó un rato y nos regresa la llamada. Aparentemente estaba muy alterada y dijo que había pasado algo. Que no estaba muy segura de qué. Quiso escuchar mientras esperaba en la fila, pero no le dio tiempo.
La cosa se había puesto fea muy rápido. Marcela (como es una pendeja) se asustó y fue a encerrarse a las letrinas que estaban fuera de las oficinas aduanales. Podíamos ver las letrinas, estaban cerca de las bardas, no muy lejos de dónde estábamos. Aparentemente a Marcela le temblaba la voz (no me consta porque no la escuché), estaba muy nerviosa y nos dijo que le daba terror salir. Los disparos la tenían paralizada (bueno yo también estaría cagándome de miedo en su situación).
Empezamos a ver más movimiento y gente corriendo. Francia se estaba poniendo nerviosa, así que le dijo que estábamos al lado, que se saliera en chinga y que nos íbamos a acercar lo más que pudiéramos. La llamada se cortó de golpe. Babby soltó un grito cuando vio que unos pinches gringos locos corrían hacia las letrinas. Cuando chocaron contra ellas, una se cayó al piso. Francia se quedó paralizada. Tatis reaccionó saliendo, de la camioneta y abriendo la puerta del conductor; empujó a Francia al asiento del copiloto y aceleró.
Caty volvió a llamar a Marcela y le dijo que corriera hacia nosotras o se chingaba, que la dejaríamos ahí. Así de huevos. Tatis maniobró y subió por unas barditas con zacate. La puerta de la letrina que estaba en el suelo se abrió y Marcela salió a gatas. Un policía empezó a perseguirla. Tatis le metió al acelerador y lo atropelló (si, así como lo oyen señores, pero bueno había tanta gente corriendo y nadie entendía nada, que en su momento no nos dimos cuenta dela gravedad de lo que acabamos de hacer). La camioneta se atascó con el cuerpo del poli (sorry, not sorry).
Marcela se subió a la troca. Babby gritó (sip, de nuevo) y ahí fue cuando nos dimos cuenta de todo el pinche desmadre. Una señora que babeaba y escupía sangre golpeaba la ventana. ¿Era un zombie? ¡No mames! Era muy surrealista. Tatis nos dijo que nos pusiéramos el cinturón que le iba a dar gas para desatascar la camioneta. Nos escapamos y nadie dijo nada en todo el camino. Honestamente nadie puso atención hacia dónde nos dirigíamos. ¿Neta? Pinches zombies. ¿Qué pedo?
*
Joe me dice que tengo hasta mañana al medio día para decidir si voy con él o no. ¿Qué pedo vato? Yo aquí abriendo mi corazón y contando mi historia y ni me pone atención. Mientras yo me indigno, y pongo cara de pedo atorado, Joe va a asegurar todas las puertas y a buscar provisiones para su viaje, o nuestro viaje. Aún no lo sé. Me entran ganas de escribir otra vez.
Junio, 26, 2011
Tengo un par de nuevos amigos, conocidos. Sepa la madre… Bueno son: Joe el tuerto y Max el perro mestizo. No se si irme con ellos o quedarme a la espera en esta pinche gasolinera de mala muerte. Será melón, será sandía, será la vieja del otro día, día, día…
Joe me interrumpe . Dice que hay un vato en la puerta. Voy hacia la entrada de la tienda y veo a un wey herido tocando los cristales histéricamente. Le digo a mi nuevo amigui que le abra. Tampoco es plan dejar al wey ahí afuera. Joe duda, pero le deja entrar. El chico entra y nos agradece. Se llama Taylor. Me saca de pedo que se parece un chingo a Randy. Es güerillo y de ojos claros, look acá entre hipster y skater. De repente extraño a mi güero. ¿Lo volveré a ver? Otra vez quiero llorar. Chingado, en el pinche momento menos oportuno.